Todos conocemos a los trolls de internet: esos seres que se pasan horas insultando y menospreciando a los demás en las redes sociales y empiezan debates estériles que ni ellos mismos quieren tener, pues lo que buscan es imponer su “verdad”. Pero a los que nos estamos empezando a acostumbrar es a los trolls de la ciencia, aquellos que aunque les arrastrara un tsunami, seguirían negando el cambio climático.
Los trolls de la ciencia han encontrado en la pandemia de covid-19 un nuevo campo de juego. En este grupo podemos diferenciar dos subgrupos; los epidemiólogos de salón y los científicos contracorriente.
Los trolls de la ciencia han encontrado en la pandemia de covid-19 un nuevo campo de juego. En este grupo podemos diferenciar dos subgrupos; los epidemiólogos de salón y los científicos contracorriente.
Imagen de Darko Stojanovic en Pixabay
El epidemiólogo de salón
Los epidemiólogos de salón son aquellos que ya sabían que esto iba a ser una pandemia y lo habrían cerrado todo en enero, aunque esos días estuvieran acudiendo a encuentros multitudinarios.
Los epidemiólogos de salón son capaces de defender una idea y su contraria, en función de cómo se vayan desarrollando los acontecimientos.
El epidemiólogo de salón estaba en contra de que los países compraran masivas dosis de Tamiflu, el que por entonces se creía el único antiviral eficaz contra el brote de gripe A, pero se posicionó una vez la OMS declaró la epidemia controlada y las dudas surgieron sobre la eficacia del fármaco, además de investigar los vínculos de algunos científicos de la OMS con las empresas farmacéuticas que lo comercializaban.
El epidemiólogo de salón cree que la ciencia es como una religión, una idea absoluta sobre la que no tiene cabida discusión, y cierran sus argumentos con opiniones de científicos, aunque sean del hijo de la vecina que está en primero de Medicina.
Esto nos lleva al segundo tipo de troll de la ciencia: el científico contracorriente.
Los epidemiólogos de salón son capaces de defender una idea y su contraria, en función de cómo se vayan desarrollando los acontecimientos.
El epidemiólogo de salón estaba en contra de que los países compraran masivas dosis de Tamiflu, el que por entonces se creía el único antiviral eficaz contra el brote de gripe A, pero se posicionó una vez la OMS declaró la epidemia controlada y las dudas surgieron sobre la eficacia del fármaco, además de investigar los vínculos de algunos científicos de la OMS con las empresas farmacéuticas que lo comercializaban.
El epidemiólogo de salón cree que la ciencia es como una religión, una idea absoluta sobre la que no tiene cabida discusión, y cierran sus argumentos con opiniones de científicos, aunque sean del hijo de la vecina que está en primero de Medicina.
Esto nos lleva al segundo tipo de troll de la ciencia: el científico contracorriente.
El científico contracorriente
La investigación científica es incertidumbre, no solo por la precariedad en los contratos de los investigadores, si no porque no busca dogmas, cuestiona lo anterior para poder avanzar. La comunidad científica está haciendo un trabajo extraordinario para poder conocer mejor un virus del que oímos por primera vez en diciembre del 2019. En este tiempo, cientos de artículos científicos han sido publicados al respecto, y muchos de ellos han tenido que ser retirados por imprecisiones o errores, porque las prisas no casan con la investigación científica.
En el lado opuesto a los científicos estrella, se situarían los científicos que van contracorriente, aquellos que, siendo eminencias en su campo, se enfangan en teorías no soportadas por los datos y que retuercen la realidad para que casen con sus teorías.
Imagen de Robin Higgins en Pixabay
Luc Montagnier o como tener un Nobel no te hace experto en todo
El primer caso de científico contracorriente es el de Luc Montaigner, virólogo francés y premio Nobel en 2008 por descubrir el virus causante del SIDA en 1983, el virus VIH.
Según Montaigner, el SARS-CoV-2 fue creado en un laboratorio en Wuhan, epicentro de la epidemia, y escapó provocando la pandemia que estamos sufriendo. Para validar su hipótesis, Montaigner asegura que ha secuenciado el genoma del SARS-CoV-2 y ha encontrado secuencias del virus VIH, algo que, según afirma, probaría que es un virus diseñado por el hombre.
Lo que no menciona Montaigner en sus declaraciones, es que esa supuesta secuencia de VIH en el virus causante del covid-19, solo lo ha encontrado él. Por el contrario, son muchos los trabajos publicados respecto al origen animal del virus.
Aquí una muestra de algunos de ellos: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11.
Además, en un artículo para la revista National Geographic, Antonio Figueras, Beatriz Novoa y Fernando González Candelas, investigadores de diferentes centros del CSIC, analizaron las 4 secuencias en la base de datos de secuencias específicas de VIH-1 y no encontraron ninguna que coincidiese completamente con las de SARS-CoV-2. Por lo que, con los datos de los que disponemos hoy en día, podemos decir que el origen del virus es animal, aunque no sepamos todavía cual.
Según Montaigner, el SARS-CoV-2 fue creado en un laboratorio en Wuhan, epicentro de la epidemia, y escapó provocando la pandemia que estamos sufriendo. Para validar su hipótesis, Montaigner asegura que ha secuenciado el genoma del SARS-CoV-2 y ha encontrado secuencias del virus VIH, algo que, según afirma, probaría que es un virus diseñado por el hombre.
Lo que no menciona Montaigner en sus declaraciones, es que esa supuesta secuencia de VIH en el virus causante del covid-19, solo lo ha encontrado él. Por el contrario, son muchos los trabajos publicados respecto al origen animal del virus.
Aquí una muestra de algunos de ellos: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11.
Además, en un artículo para la revista National Geographic, Antonio Figueras, Beatriz Novoa y Fernando González Candelas, investigadores de diferentes centros del CSIC, analizaron las 4 secuencias en la base de datos de secuencias específicas de VIH-1 y no encontraron ninguna que coincidiese completamente con las de SARS-CoV-2. Por lo que, con los datos de los que disponemos hoy en día, podemos decir que el origen del virus es animal, aunque no sepamos todavía cual.
La lactoferrina del Dr. Serrano
Estos días ha sido noticia que la Conselleria de Sanitat de la Comunidad Valenciana expedientará a la empresa cosmética Sesderma, por comercializar la lactoferria, un complemento alimenticio, como medicamento preventivo para la infección por SARS-CoV-2.
La lactoferrina es una proteína de la leche con capacidad inmunoreguladora al poder unirse a los lipopolisacáridos de bacterias. Existen numerosos estudios que avalan el potencial inmunomodulador de la lactoferrina, pero muy escasos los que han evaluado su actividad en administración oral. De hecho, todos ellos concluyen que si bien la lactoferrina es segura en administración oral a las dosis que se estudiaron, son necesarios más estudios para valorar su eficacia ante infecciones y enfermedades humanas.
Según Sesderma, han estudiado la eficacia de la lactoferrina en un ensayo clínico con 75 pacientes covid-19 en diversos hospitales de Valencia y el hospital de emergencia montado en Ifema (Madrid). Sin embargo, ninguno de esos hospitales ha reconocido haber realizado ningún estudio al respecto.
Además, la lactoferrina no consta en el Registro Español de Estudios Clínicos, ni tampoco aparece en el listado de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios sobre los tratamientos que se prueban en pacientes con covid-19.
El único rastro de este estudio es la publicación de sus resultados en el International Journal of Research in Health Sciences, revista de la que el Dr. Serrano, responsable de Sesderma, es editor.
En este estudio incluyeron no solo a los 75 enfermos, si no también a sus familiares a los que les administraron lactoferrina vía oral y comprobaron si se habían infectado. Respecto a los enfermos, no estudiaron la carga viral o la presencia del virus, si no síntomas leves de la enfermedad como el dolor muscular, la fatiga o la recuperación del gusto y el sentido del olfato.
¿Es este estudio suficiente como para afirmar que la lactoferrina tiene propiedades contra el covid-19?
La lactoferrina es una proteína de la leche con capacidad inmunoreguladora al poder unirse a los lipopolisacáridos de bacterias. Existen numerosos estudios que avalan el potencial inmunomodulador de la lactoferrina, pero muy escasos los que han evaluado su actividad en administración oral. De hecho, todos ellos concluyen que si bien la lactoferrina es segura en administración oral a las dosis que se estudiaron, son necesarios más estudios para valorar su eficacia ante infecciones y enfermedades humanas.
Según Sesderma, han estudiado la eficacia de la lactoferrina en un ensayo clínico con 75 pacientes covid-19 en diversos hospitales de Valencia y el hospital de emergencia montado en Ifema (Madrid). Sin embargo, ninguno de esos hospitales ha reconocido haber realizado ningún estudio al respecto.
Además, la lactoferrina no consta en el Registro Español de Estudios Clínicos, ni tampoco aparece en el listado de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios sobre los tratamientos que se prueban en pacientes con covid-19.
El único rastro de este estudio es la publicación de sus resultados en el International Journal of Research in Health Sciences, revista de la que el Dr. Serrano, responsable de Sesderma, es editor.
En este estudio incluyeron no solo a los 75 enfermos, si no también a sus familiares a los que les administraron lactoferrina vía oral y comprobaron si se habían infectado. Respecto a los enfermos, no estudiaron la carga viral o la presencia del virus, si no síntomas leves de la enfermedad como el dolor muscular, la fatiga o la recuperación del gusto y el sentido del olfato.
¿Es este estudio suficiente como para afirmar que la lactoferrina tiene propiedades contra el covid-19?
NO
Hidroxicloroquina y Didier Raoult
Didier Raoult es un virólogo e investigador francés que actualmente dirige la Unidad de Investigación en Enfermedades Infecciosas y Tropicales Emergentes. Además, en el año 2010 se le concedió el premio de investigación del INSERM a toda su trayectoria científica, lo cual no le ha eximido de realizar afirmaciones que van contracorriente de todo lo publicado hasta ahora.
En 2014 Didier Raoult ya criticaba las mediciones de temperatura en estudios sobre el calentamiento global mostrando sus dudas sobre los modelos matemáticos en los que se basan los climatólogos para mostrar el avance del cambio climático.
En estos días ha vuelto a ser noticia por promover el uso del medicamento contra la malaria, hidroxicloroquina junto con el antibiótico azitromicina, como tratamiento eficaz para el SARS-CoV-2. Para afirmarlo, se basa en un estudio in vitro y un ensayo clínico realizados en China. En ellos se muestra como la hidroxicloroquina parece tener efecto en el tratamiento de un centenar de pacientes con neumonía asociada a covid-19. Sobre estos estudios, el Ministerio de salud francés afirmó que ningún estudio riguroso publicado en una revista internacional, revisada por expertos independientes, había demostrado la eficacia de la cloroquina para el tratamiento del coronavirus.
Esto llevó a Raoult a posicionarse en contra de las medidas de contención adoptadas en su país y a renunciar a participar en el comité de expertos que aconsejaban al gobierno francés.
Además, Didier Raoult llevó a cabo su propio estudio clínico con 80 pacientes con diferente evolución de covid-19 a los que trató con la mezcla de hidroxicolorquina y azitromicina. Este estudio carece de grupo control, es decir, a todos ellos se les hizo el tratamiento sin que hubiera grupo placebo para poder comparar los resultados. Por otro lado, en este estudio se indica que de los 80 pacientes tratados, se concluyó con un estudio de 78 personas (puesto que una murió durante el estudio y otra acabó en la UCI). De estas 78 personas, el 83% dieron negativo por SARS-CoV-2 a los 7 días de tratamiento y el 93% a los 8 días. En el mismo estudio, los autores indican que el tratamiento es eficaz para tratar pacientes que no tengan síntomas respiratorios graves.
Este estudio ha sido analizado por científicos independientes, ya que fue primeramente publicado en reservorios de revistas previa a cualquier revisión por pares. Las dudas sobre este estudio se basan primero en el número tan bajo de pacientes, de los cuales el 92% tenía nivel bajo de la enfermedad según los niveles de la National Early Warning Score. Y solo la mitad de los mismos tenían infección del tracto respiratorio inferior.
Es decir, por un lado se incluyen mayoritariamente pacientes leves, los cuales tienen una probabilidad muy alta de curarse usando otros tratamientos aprobados para infecciones respiratorias. Por otro lado, los que no eran leves acabaron empeorando e incluso uno de ellos falleció.
Además, en un estudio publicado recientemente sobre 11 pacientes más graves de covid-19, no se observó ninguna mejora en ninguno de ellos con este tratamiento y uno de ellos acabó falleciendo. Por último, cabe recordar que el tratamiento prolongado con hidroxicoloquina junto con la azitromicina tienen efectos secundarios muy graves como insuficiencia cardíaca y mortalidad cardiovascular.
Es decir, en sus afirmaciones Didier Raoult obvia que, de momento, no existen evidencias sustanciales para promover o aprobar el uso de hidroxicloroquina y azitromicina en pacientes covid-19. Y las pocas evidencias que hay desaconsejan su uso en pacientes graves, que son la mayoría de los que requieren hospitalización y tratamiento.
La ciencia es incertidumbre, la investigación necesita tiempo y nunca hay dogmas irrefutables, pero para refutarlos se necesitan pruebas medibles y reproducibles, no intentos de encajar datos en las ideas de cada uno.
Como bien decía Santiago Ramón y Cajal en su libro “Reglas y consejos sobre investigación científica”:
En 2014 Didier Raoult ya criticaba las mediciones de temperatura en estudios sobre el calentamiento global mostrando sus dudas sobre los modelos matemáticos en los que se basan los climatólogos para mostrar el avance del cambio climático.
En estos días ha vuelto a ser noticia por promover el uso del medicamento contra la malaria, hidroxicloroquina junto con el antibiótico azitromicina, como tratamiento eficaz para el SARS-CoV-2. Para afirmarlo, se basa en un estudio in vitro y un ensayo clínico realizados en China. En ellos se muestra como la hidroxicloroquina parece tener efecto en el tratamiento de un centenar de pacientes con neumonía asociada a covid-19. Sobre estos estudios, el Ministerio de salud francés afirmó que ningún estudio riguroso publicado en una revista internacional, revisada por expertos independientes, había demostrado la eficacia de la cloroquina para el tratamiento del coronavirus.
Esto llevó a Raoult a posicionarse en contra de las medidas de contención adoptadas en su país y a renunciar a participar en el comité de expertos que aconsejaban al gobierno francés.
Además, Didier Raoult llevó a cabo su propio estudio clínico con 80 pacientes con diferente evolución de covid-19 a los que trató con la mezcla de hidroxicolorquina y azitromicina. Este estudio carece de grupo control, es decir, a todos ellos se les hizo el tratamiento sin que hubiera grupo placebo para poder comparar los resultados. Por otro lado, en este estudio se indica que de los 80 pacientes tratados, se concluyó con un estudio de 78 personas (puesto que una murió durante el estudio y otra acabó en la UCI). De estas 78 personas, el 83% dieron negativo por SARS-CoV-2 a los 7 días de tratamiento y el 93% a los 8 días. En el mismo estudio, los autores indican que el tratamiento es eficaz para tratar pacientes que no tengan síntomas respiratorios graves.
Este estudio ha sido analizado por científicos independientes, ya que fue primeramente publicado en reservorios de revistas previa a cualquier revisión por pares. Las dudas sobre este estudio se basan primero en el número tan bajo de pacientes, de los cuales el 92% tenía nivel bajo de la enfermedad según los niveles de la National Early Warning Score. Y solo la mitad de los mismos tenían infección del tracto respiratorio inferior.
Es decir, por un lado se incluyen mayoritariamente pacientes leves, los cuales tienen una probabilidad muy alta de curarse usando otros tratamientos aprobados para infecciones respiratorias. Por otro lado, los que no eran leves acabaron empeorando e incluso uno de ellos falleció.
Además, en un estudio publicado recientemente sobre 11 pacientes más graves de covid-19, no se observó ninguna mejora en ninguno de ellos con este tratamiento y uno de ellos acabó falleciendo. Por último, cabe recordar que el tratamiento prolongado con hidroxicoloquina junto con la azitromicina tienen efectos secundarios muy graves como insuficiencia cardíaca y mortalidad cardiovascular.
Es decir, en sus afirmaciones Didier Raoult obvia que, de momento, no existen evidencias sustanciales para promover o aprobar el uso de hidroxicloroquina y azitromicina en pacientes covid-19. Y las pocas evidencias que hay desaconsejan su uso en pacientes graves, que son la mayoría de los que requieren hospitalización y tratamiento.
Dejad a la ciencia en paz
La ciencia es incertidumbre, la investigación necesita tiempo y nunca hay dogmas irrefutables, pero para refutarlos se necesitan pruebas medibles y reproducibles, no intentos de encajar datos en las ideas de cada uno.
Como bien decía Santiago Ramón y Cajal en su libro “Reglas y consejos sobre investigación científica”:
“La crítica científica se justifica solamente entregando, a cambio de un error, una verdad. Por lo común, la nueva doctrina surgirá de las ruinas de la abandonada y se fundará estrictamente por los hechos rectamente interpretados. “
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