Vivimos una época extraña. Una época en la que podemos
encontrar en internet ingentes cantidades de información. El problema viene
cuando mucha de esa información no es cierta o, en el mejor de los casos, es
medio verdad.
Cómo dice Saul Berenson en la serie Homeland: “Qué más da la
verdad, si nadie está dispuesta a escucharla”.
Las noticias falsas no nacieron ayer
Los conflictos suelen ser el caldo de cultivo perfecto para
la utilización sin escrúpulos de bulos. Tradicionalmente las guerras se
libran entre los campos de batalla y los departamentos de propaganda de uno y
otro bando, adjudicándose victorias adelantadas o acusando al enemigo
de atrocidades que no ha cometido.
El historiador francés Marc Bloch describió el
estupor que le había ocasionado la fabricación de noticias falsas durante la I
guerra mundial en el ensayo:
“Reflexiones de un historiador sobre las noticias
falsas de la guerra” publicado en 1921. El tiempo se ha encargado de darle la
razón como han demostrado los falsos motivos para la invasión de Irak en 2003 y
la campaña por el Brexit en 2016, entre otros.
La ciencia nos enseña por qué preferimos las
noticias falsas
Para empezar, nos creemos las noticias falsas porque estas se propagan más
rápidamente que las verdaderas. Soroush Vosoughi, Deb Roy y Sinan
Aral del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) publicaron un estudio en 2018 en
el que demostraron que mientras que una noticia veraz rara vez se
difunde a más de 1.000 personas, el 1% de las noticias falsas más virales se difunden habitualmente entre
1.000 y 100.000 personas.
Esta rapidez de
propaganda no se debe únicamente a los bots de las redes sociales, ya que,
según el estudio del MIT, la mayoría de perfiles que difunden noticias falsas
son personas y no bots. Además, en el mismo estudio descubrieron que un bot reacciona de la misma
manera difundiendo una noticia, independientemente de si es real o no.
Entonces, si no son los bots
los que inician los bulos ni los mayores difusores. ¿Qué lleva a una persona a
compartir una noticia falsa? ¿Por qué nos las creemos?
El segundo motivo por los que
nos creemos las noticias falsas es debido al error de atribución. Este error
nos lleva a determinar las causas a ciertas acciones y es una herramienta, un
atajo que usa el cerebro para “predecir” futuras acciones. En otras palabras, explicamos
el comportamiento de las personas en función de sus características; como la
personalidad, su género o su rol social. Por ejemplo: esta persona ha llegado tarde porque es un vago, sin saber preguntarnos si ha llegado tarde por estar en un atasco.
Un tercer motivo por los que
nos creemos antes una noticia falsa que una verificada es por el efecto
de falso consenso; cuanto más
encontramos una noticia falsa, más tendemos a creer que es verdad y al
difundirse más las noticias falsas que las verdaderas, ya tenemos el feed de
Twitter lleno de noticias que nos creeremos porque todo el mundo comparte y por
tanto deben ser verdad.
La cuarta razón por la que nos
tragamos las noticias falsas sin verificar es porque estas apelan a los sentimientos.
Son noticias con un alto impacto emocional y por tanto, las recordaremos y
difundiremos más que las noticias sosegadas y veraces, pues estas suelen ser
más aburridas. Este es uno de los grandes problemas de la ciencia, ya que
las pseudoterapias ofrecen falsos resultados milagrosos para enfermedades a las
que la medicina moderna todavía no ha llegado ,y utilizando un lenguaje que apela a los sentimientos.
El último elemento que nos
lleva a creernos antes una noticia falsa es debido al sesgo de
confirmación. Debido a
este sesgo, tendemos a pensar que todo el mundo piensa como lo hacemos
nosotros, por lo tanto buscamos y difundimos noticias falsas tan sólo porque
coinciden con lo que pensamos, ignorando las que no se ajustan a nuestras
ideas aunque estén verificadas.
El sesgo de confirmación hoy en día tiene un gran aliado en
los medios de comunicación. No hay periódico o cadena de televisión que no esté
alineado con una ideología política, esto nos lleva a leer noticias solo de
periódicos o medios que son más afines a nuestras ideas.
En el libro “El Director”, el periodista David
Jiménez detalla cómo intentó desde su nombramiento como director de El Mundo ofrecer a sus lectores
un periódico independiente con noticias veraces y contrastadas.
Algo muy diferente de lo que venían haciendo pues El Mundo fue el impulsor y
principal difusor de la teoría de la conspiración sobre los atentados del 11 de
Marzo del 2004 en Madrid. Teoría ampliamente refutada por todas las pruebas
presentadas durante el juicio y que aún tiene defensores entre los seguidores de las noticias falsas.
En su afán por liberar al periódico de las ataduras y
favores de altos cargos, se perdió exclusivas que otros medios dieron, antes de que pudieran
verificar las fuentes y se ganó la enemistad de la mayoría de los líderes
políticos y económicos del país, lo que hizo que le despidieran en solo un año.
Definitivamente, el periodismo independiente está herido de
muerte en España, si no está muerto ya. Menos mal que siempre nos quedará el
cine para recordar lo que en su día fue una de las profesiones más veraces del
mundo. Mientras esperamos que los medios de comunicación vuelvan a la verificación e independencia, nos consolaremos con el buen cine sobre periodismo:
Todos los hombres del presidente (1976)
Spotlight (2015)
Los archivos del pentágono (2018)
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