Volver a empezar


Hace más de 4 años que no escribo un post, he tenido bastante abandonado el blog principalmente por estar haciendo esas cosas que los gurús del LinkedIn nos dicen que hay que hacer para ser un buen profesional: he salido de mi zona de confort.

Hace cuatro años escribía desde el pequeño apartamento en el que vivía en Burdeos, trabajaba como postdoc en el Institut Interdisciplinaire de Neuroscience, me encantaba mi trabajo y le dedicaba muchas horas. También aprendí mucho fuera del laboratorio; aprendí otro idioma, otra gastronomía, conocí a gente increíble y descubrí otra forma de hacer las cosas que no eran ni mejor ni peor pero casi siempre con más cuidado al detalle. 

Imagen de Marco Delucia en Pixabay

Pero como todo en esta vida tiene un fin, el mío llegó con el final del proyecto. Eso nos dejó sin fondos para seguir trabajando que unido a la ley francesa que impide estar con contrato temporal hasta un máximo de 5 años, hizo que mi etapa como postdoc terminara.

Lo bueno es que no nos pilló por sorpresa, se estaban reduciendo mucho las ayudas a la investigación y cuando supimos que no nos concedían la prórroga del proyecto, todavía quedaba un año. Tiempo suficiente como para terminar el proyecto aunque no con el alcance que hubiéramos querido.

Imagen de felixioncool en Pixabay
 
Durante todo ese año tenía claro que quería volver a España, a trabajar, a ser posible siguiendo en la bancada. Pero empezaba a plantearme que, tras diez años dedicados a la investigación en los que había vivido y trabajado en 3 países, era momento de buscar algo más estable que seguir firmando contratos temporales supeditados al presupuesto nacional de turno.

La investigación vive la caridad

Suena raro pero así creo que es. Las universidades y centros de investigación funcionan con dinero público que depende de las partidas presupuestarias de cada gobierno: si la cosa va mal, el presupuesto se reduce, si va bien, no se recorta pero rara vez aumenta. Y así llevamos desde que en 2008 estallara todo lo que creíamos saber sobre economía, la ciencia española vive de presupuestos raquíticos y escasos proyectos de investigación que tienen que ser repartidos entre los, cada vez más numerosos, investigadores. 

La competencia es feroz, solo en España generamos cada año más de 10.000 nuevos doctores. Lo que quiere decir que cada día más de 27 personas pasa a ser postdoc y a optar a un proyecto, un contrato, una beca o una de las escasas plazas que se generan en universidad o CSIC. Y la mayoría va a optar a ellas, es lo que nos han enseñado desde la universidad, que tienes que hacer el doctorado, luego irte fuera de postdoc y volver para optar a una plaza.

Tal vez en el siglo pasado fue así de fácil, pero cada vez más gente decide obviar el camino marcado por imposible y/o por falta de interés y decide dejar la investigación pública.

https://www.weforum.org/agenda/2017/02/countries-with-most-doctoral-graduates/


Así pues, con este panorama me veía en la tesitura de seguir compitiendo por migajas o explorar otras alternativas. Y así lo hice, gracias a gente mucho más consciente de la realidad de la investigación pública y con inquietudes más allá del trabajo de laboratorio, pude explorar la infinidad de posibilidades que se me presentaban si decidía colgar la bata.

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Las opciones son infinitas sólo hay que sentarse a pensar en las cosas que te gustan más allá de la pipeta y estudiar cómo dirigir tu carrera; hablando con gente que haya decidido dejar la investigación pública y contactar con asesores laborales especializados que preparen tu paso de la academia a la empresa privada.

Las dudas van a ser muchas y variadas, pero sobre cómo vencer el miedo a dejar el laboratorio, mejor lo dejamos para otro post.

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