Hace algunos años, mientras compaginaba el trabajo del norte de Italia con las clases de italiano, una compañera del laboratorio a punto de doctorarse en genética me hizo una afirmación que me dejó helada:
"No entiendo como te cuesta tanto hablar italiano porque yo cuando lo hablo no tengo que pensar tanto".
Es un pensamiento natural si nunca has intentado aprender otro idioma salvo el materno, pero los que intentamos aprender un idioma nuevo sabemos que es una tarea dura y muchas veces frustrante.
Para empezar, la región donde se almacenan los conocimientos lingüísticos son diferentes; por un lado está el Area de Broca, que es la región del cerebro donde se almacena el idioma materno, aquel que aprendimos de pequeños y usamos diariamente "sin pensar" (como diría mi colega italiana). Mientras que por otro lado se encuentra el circuito causado izquierdo-fusiforme que se relaciona con el aprendizaje de una segunda lengua.
Imágenes de resonancia magnética funcional en hispanohablantes
que aprenden inglés como segunda lengua. (Ta et al., 2011. PNAS)
Esto obviamente no se cumple para las personas bilingües, aquellas que poseen dos idiomas maternos que aprendieron a la vez durante su desarrollo y que utilizan sin distinción ya que ambos idiomas se consideran como primera lengua. Para el resto, que no tenemos la suerte para ser bilingües nos toca pasar por la academia, leer libros e hincar codos para aprender y memorizar una segunda lengua de modo que con el paso del tiempo podamos utilizar "sin pensar tanto", es decir, de manera fluida.
Según escribía el doctor Brown (no confundir con el de Regreso al Futuro) en 1997:
"Son necesarias al menos 1000 horas de contacto diario con el idioma francés para alcanzar un nivel de fluidez más allá del nivel turista. Este número hay que multiplicarlo por 4 si el idioma es el ruso y por 5 si es el chino mandarín".
Además, existe una gran diferencia entre aprender un idioma siendo niño o siendo adulto. Mientras que los niños poseen una mayor capacidad para la pronunciación y el aprendizaje de un segundo idioma a largo plazo, los adultos presentan una mayor habilidad para el aprendizaje de las reglas gramaticales. A lo que hay que añadir que esta habilidad se acentúa en adultos que han aprendido una segunda lengua de pequeños, puesto que la ventana de aprendizaje de un idioma va del nacimiento hasta los 10 años, por otro lado la ventana para el aprendizaje de la sintaxis llega hasta los 5 ó 6 años de edad, mientras que la ventana para el aprendizaje de nuevas palabras nunca se cierra.
Así pues, lo más importante para aprender un segundo o tercer (o cuarto) idioma es que éste cobre relevancia, asociándolo a actividades o estímulos sensoriales (olor, tacto, vista,...), que permitan que las palabras aprendidas pasen a la memoria de corto a largo plazo. Estas asociaciones refuerzan el cuerpo calloso del cerebro, el que permite la transmisión de la memoria y el regreso a la misma.
¿Cómo podemos crear estas asociaciones que refuercen las conexiones necesarias para aprender un segundo idioma? Estudiando en cursos de idiomas, leyendo en el idioma que se quiere aprender y sobre todo (y esta es la parte que más me gusta) viendo películas en versión original y con subtítulos en el mismo idioma.
Como en mi caso estoy intentando hacerme con el francés, he buscado películas en este idioma y buceando entre las listas de películas más típicas, me he encontrado con alguna que otra joya especialmente indicada para los que nos estamos familiarizando con el francés2:
Les Triplettes de Belleville (Sylvain Chomet)
L'Illusioniste (Sylvain Chomet)
Les femmes du 6e étage (Philippe Le Guay)
La cage doreé (Ruben Álves)
Y ya si el estómago lo permite, recomiendo estas películas de terror francesas que son las más me han impresionado:
Martyrs (Pascal Laugier)
Haut tension (Alexandre Aja)
Ils (David Moreau et Xavier Palud)
A l'intérieur (Alexandre Bustillo et Julien Maury)
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