El otro día me quedé horrorizada al ver el inicio y final de una película india llamada "Table nº 21". No es que la película estuviera mal, quitando el momento musical sin sentido a mitad del film, sino que me quedé perpleja ante la multitud de normas que estas películas deben cumplir para ser expuestas.
En primer lugar, antes de empezar la película nos encasquetan un mini-reportaje en inglés e indio sobre las consecuencias de fumar, enseñando desagradables fotos de tumores y entrevistas a pacientes fumadores. Una vez pasado el susto, cada vez que un personaje de la película fumaba, mostraban un cartel recordando que fumar mata....cada vez, con cada cigarro y con cada personaje.
No digo que me parezca mala idea, pero sí exagerado. Ni que estuviéramos en el siglo XX y se tratara de la censura. Y así, aprovechando la exageración o autocensura india, me he acordado de varios ejemplos de como la censura no pudo con el ingenio de los cineastas del siglo pasado.
En 1934, las productoras de Hollywood se vieron sometidas a las normas del código de Hays, creadas por William Hays del partido Republicano. Lo que produjo que muchas películas europeas o independientes no se proyectaran en Estados Unidos debido a que no pasaban el filtro de estas normas. El código de Hays controlaba todo lo que pudiera considerarse "inmoral" de una película; desde no hacer referencias sexuales explícitas hasta las posibles mofas a leyes o normas americanas. A pesar de esta censura, muchas películas consiguieron pasar el filtro gracias a la imaginación de sus creadores.
Los censores recortaban diálogos, cronometraban los besos y controlaban los desnudos hasta el punto que no se podía enseñar el ombligo. Algunos de los que consiguieron engañar a los censores, lo hicieron de una forma muy sutil e inteligente:
Alfred Hitchcock consiguió pasar la censura al interrumpir el apasionado beso entre Cary Grant e Ingrid Bergman en Encadenados, puesto que los besos no podían superar los 3 segundos.
Ernst Lubitsch sugirió escenas que no podían ser mostradas al establecerlas tras una puerta cerrada. Lamentablemente otros artistas no tuvieron tanta suerte ante la tijera de los censores:
Los hermanos Marx vieron como sus diálogos eran recortados y modificados hasta privarles de interés. Y actrices como Jean Harlow o Joan Blondell fueron vetadas una y otra vez por la censura americana.
Especialmente delicado era el tema de la homosexualidad, bajo el yugo del código Hays los personajes homosexuales pasaron de bufones a villanos, siendo personajes amargados y crueles que centran su frustración sobre el personaje principal. De este modo, Hitchcock nos presentó a la señora Danvers (Judith Anderson) quien enamorada de la anterior señora De Winter, hace la vida imposible a Rebecca, la nueva mujer del señor De Winter.
De nuevo Alfred Hitchcock sugiere la homosexualidad de sus personajes principales en La soga, donde dos "amigos" asesinan a un compañero de estudios. El mismísimo Humphrey Bogart interpretó un personaje censuradamente gay en El Halcón Maltés. Y el gran Paul Newman vivía amargado por la muerte de su amante en La gata sobre el tejado de Zinc.
La derogación del código Hays en 1967 no aumentó la visibilidad de personajes homosexuales en el cine y no fue hasta la década de los 70 cuando se empezaron a producir películas sobre la homosexualidad sin recurrir a las sutilezas: Cabaret (1972), Tomates Verdes Fritos (1991), Thelma y Louise (1991) o Filadelfia (1993) empezaron el camino de la normalización de la homosexualidad en el cine que años más tarde han seguido películas como Brokeback Mountain (2005) o Harvey Milk (2008).
Afortunadamente, hoy en día la censura no trabaja tan activamente como en los años 30 y no deberíamos permitir que se limite la imaginación artística a las normas que solo complacen a unos pocos.
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