Cuando en el año 2000 Andréy Geim ganó el premio Ig Nobel (también conocido como el anti-Nobel) por hacer levitar ranas mediante campos magnéticos, confesó que los experimentos que realiza en su laboratorio son "de viernes por la tarde".
Levitación de una rana mediante campos magnéticos
Mientras el resto de científicos salen de sus laboratorios en Manchester, Andréy se dedica a hacer experimentos "poco ortodoxos" o lo que es lo mismo; estudia lo que le parece interesante cuando el resto se ha retirado a descansar. La historia de Geim bien podría servir a esos burócratas que se empeñan en decir que la investigación debe basarse en cosas útiles obviando experimentos de investigación básica cuyos resultados que son el pilar sobre el que se desarrolla la investigación aplicada.
Sin embargo, Andréy Geim no se quedó tan sólo haciendo levitar ranas, si no que años más tarde recibió, junto con Konstantin Novoselov, el premio Nobel de física en 2010 por descubrir que el grafeno es el material más flexible, más deformable, más duro y con mejor conductividad térmica, así como que los electrones se mueven en él más deprisa que en cualquier otro sólido. Haciendo del grafeno la base para el futuro desarrollo tecnológico.
Tanto es así que el grafeno se estudia hoy en día para el desarrollo de dispositivos electrónicos flexibles y ultrasensibles a la luz que permitirán tener cámaras dotadas de visión nocturna, baterías para coches eléctricos 10 veces más rápidas que las baterías de litio o incluso sensores del nivel bacteriano en el aliento que indiquen una posible infección.
Pantalla flexible con base de grafeno
La historia del grafeno y más concretamente la de Andréy Geim me sirve como ejemplo para ilustrar lo errónea y dañina que es la idea de que recortando la ciencia evolucionará hacía objetivos más "prácticos" por no decir comerciales, dejando de lado los "experimentos de viernes por la tarde" por poco interesantes para los evaluadores de los proyectos de investigación.
Sin embargo, una base presupuestaria constante y adecuada que apoye la investigación en universidades y centros de investigación no sólo es económicamente rentable a medio y largo plazo, si no que permitiría formar a los científicos del futuro permitiendo el necesario recambio generacional que necesitan muchas de nuestras universidades y "devuelvan" (por decirlo de algún modo) la inversión que el estado hizo en su formación.
En cambio, unos presupuestos cíclicos como los que vivimos en España, en el que sólo se invierte decentemente en investigación cuando la economía es favorable, impide el perfecto funcionamiento de grupos y centros de investigación creados en época de bonanza. Así pues vemos como un gran número de científicos deciden continuar su trabajo fuera de nuestro país al no poder continuar en sus actuales centros.
Evolución del presupuesto español en I+D en los
últimos 3 años en comparación con el resto de Europa
Existen muchos ejemplos de centros de investigación españoles hoy desiertos por la incapacidad para dotarlos decentemente de personal e instrumental. Sobran motivos y argumentos para seguir invirtiendo en un nuevo modelo económico basado en el I+D, pero nuestra clase política sigue empeñada en buscar una salida rápida de la crisis, aunque eso implique repetir errores del pasado que nos hagan volver a este punto dentro de algunos años.
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