A medida que la población de los países del primer mundo va envejeciendo, las enfermedades neurodegenerativas van cobrando importancia, lo que se traduce en un mayor gasto farmaceútico (según la Fundación Fernández-Cruz el coste terapeútico de un enfermo de Alzheimer duplica al de un enfermo de SIDA), así como un mayor ingreso (que NO gasto) en investigación y prevención de estas enfermedades neurodegenerativas.
Desde finales del 2012 han ido llegando noticias sobre posibles vacunas contra el Alzheimer desarrolladas en España. En septiembre del año pasado la multinacional Grifols anunció los resultados de su vacuna contra el Alzheimer en animales, así como un futuro ensayo clínico en pacientes este mismo año. Por otro lado, el grupo de investigación del doctor Ramón Cacabelos en el centro de investigación EuroEspes, también ha publicado los resultados de su vacuna en ratones modificados genéticamente al tiempo que anunciaban la venta de su patente a Estados Unidos, donde se terminará de testar en humanos y se comercializará si el resultado es el correcto.
Muchas son las vacunas que se han ido investigando desde hace más de una década, desde Canadá hasta Suecia, los resultados preliminares de todas ellas han dado para muchas portadas de periódicos y grandes esperanzas, sin embargo, hay aspectos de estas vacunas como los efectos secundarios o la baja reactividad en humanos, que nos hacen ver la complejidad de la enfermedad de Alzheimer y la dificultad de crear una vacuna eficaz contra patologías no víricas.
El Alzheimer no lo causa un virus, ni una bacteria, es la propia degeneración neuronal, la pérdida de neuronas y sinápsis en la corteza, conlleva a una atrofia en los lóbulos temporal (donde se procesa el lenguaje y emociones como ansiedad, placer o ira) y parietal (donde se procesa la información de los cinco sentidos) lo que se manifiesta como un deterioro de la memoria y trastornos de conducta.
Al no ser producido por un virus, la vacuna tradicional como la que cada año nos ponemos contra la gripe, está descartada; no es posible inmunizar al cuerpo contra nuestras propias proteínas pues la degeneración neuronal en el Alzheimer se da por la deposición de los péptidos Beta-amieloides propios en las neuronas en forma de placas beta-amieloides. Lo que sí puede hacerse es "vacunar" con estos péptidos una vez desarrollada la enfermedad de modo que el sistema inmune "aprenda" a eliminar las placas Beta-amieloides, tal y como hicieron con su vacuna los científicos de Grifols o los del Instituto Karolinska con su vacuna CAD106.
Esto no significa que este tipo de estimulación del sistema inmune contra los depósitos de péptidos Beta-amieloides no pueda derivar en una vacuna preventiva contra la enfermedad de Alzheimer, pues si se consigue prevenir la producción de estos péptidos no se produciría su agregación y acumulación en placas beta-amieloides y las neuronas no morirían.
Si bien se están dando grandes pasos y prometedores resultados, no hay que lanzar las campanas al vuelo a menos que los ensayos clínicos en pacientes humanos corroboren los datos previos. Mientras tanto, la mejor manera de luchar contra el Alzheimer, es seguir con las terapias existentes; ejercicio físico, sociabilización, terapia con mascotas, música o cine, pues existe una interesante lista de películas sobre esta enfermedad que no estaría de más recordar.
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